Artículo en Perú 21.
Advierte sobre la escalada de violencia política, el populismo y la insensatez en el Estado. Y aboga por la institucionalidad, la reestructuración de las instancias judiciales politizadas y la ventaja de la derecha para combatir el principal problema del país: la inseguridad ciudadana.
¿Qué sensación nos deja la nueva sentencia de Toledo y la liberación de Vizcarra y Betssy Chávez?
Si estos eventos se hubieran dado de manera separada, quizás no habría sido tan impactante como verlos en conjunto. Porque en el fondo, más allá de los vaivenes de la justicia, muestra el nivel de degradación de nuestra política al tener a tres protagonistas de la política de este siglo involucrados en temas penales. Y dos de ellos en los últimos cinco años. Esto pone de manifiesto cómo la política y los delitos han sido tan cercanos.
También se aprecia una inconsistencia en la aplicación de la ley: en unos casos es carcelera, en otros garantista.
Y eso genera una percepción, sobre todo desde que empezó Lava Jato, de que ha habido una doble vara. A algunos políticos investigados se les ha privado de la libertad de una manera que hoy se ve como exagerada. Y a otros se les suelta a la primera. Hay una sensación de inequidad. ¿Por qué a unos sí y a otros no?
¿Qué pasaría si el caso Cócteles termina de caerse?
Sin ser abogado, de lo que he leído es que no tiene sentido jurídico la extensión del delito de lavado de activos al caso Cócteles y que el resultado debiera ser que se caiga. Y, con este caso, muchos otros. Y quedará, en unos, la sensación de que hubo una persecución política; y en otros, que no se hizo justicia. Al final, un desgaste para el sistema judicial y un vía crucis para los injustamente acusados.
¿Qué le suscita el asesinato del activista de derecha Charlie Kirk?
Más allá de si uno comulga o no con sus ideas conservadoras, Kirk era alguien que creía en ellas, buscaba promoverlas, pero también debatirlas con quienes pensaban distinto a él, cosa que hacía de manera civilizada en los espacios que organizaba, confrontando ideas contra ideas. Esto es lo que se supone que debe ocurrir en toda sociedad libre y democrática: la gente debiera exponer sus ideas con tolerancia, sin temor a ser agredida, menos asesinada. Se equivocan quienes quieren pasar por agua tibia o, peor aún, justificar, este asesinato. Solo los terroristas matan para combatir ideas. Creo que toda forma de cancelación y violencia debe ser condenada, venga del lado que venga
La violencia política ha escalado mundialmente y en la región, como en Ecuador y Colombia.
Intuitivamente, diría que lo que hay detrás de la violencia política en los países desarrollados —sobre todo, EE.UU.— tiene una raíz distinta a la región. Los casos de Colombia y Ecuador, por ejemplo, están más cercanos al crimen organizado que a razones ideológicas —como pareciera ser el caso de Kirk—. Y el riesgo que tiene el Perú, con el crecimiento explosivo del crimen organizado y las economías ilegales, es que sigamos el patrón de nuestros vecinos. No es para nada descartable que, por ejemplo, candidatos al Congreso, gobiernos regionales o locales que asuman una posición dura contra la minería ilegal resulten víctimas de atentados. Y, cuando decíamos que la degradación de la política nos produce gobiernos como el de Castillo y Boluarte, nos referíamos a temas como este. ¡Desde julio del 2021 hemos tenido 15 ministros del Interior! Castillo, en sus 16 meses, tuvo siete. Imposible tener políticas consistentes y gestiones eficaces así.
¿Qué reflexión nos da el triunfo peronista en las elecciones provinciales de Buenos Aires?
La magnitud de la derrota del partido de Milei en las elecciones provinciales de Buenos Aires ha generado incertidumbre sobre la sostenibilidad de sus reformas. Ello se reflejó inmediatamente en la pérdida de valor del peso y de los bonos argentinos. Esa incertidumbre podría despejarse, para bien o para mal, en las elecciones congresales intermedias de octubre. Allí se sabrá cuál es el real impacto en su base electoral en el interior del país de las acusaciones de corrupción que involucran a su hermana —hay que recordar que la lucha contra la corrupción fue uno de sus caballitos de batalla electorales— y cuánto hay de cierto cansancio de la población con el programa de austeridad fiscal.
El riesgo es que el shock no sea suficiente y ocurra lo que pasó con el gradualismo. Y que la insatisfacción traiga de regreso al peronismo.
Si bien hay resultados significativos en la reducción de la inflación —de 12% mensual a 2%—, la economía de las familias y empresas viene sufriendo el ajuste. Estos procesos suelen tomar tiempo y son dolorosos, pero resultan inevitables, pues hay que pagar el costo del populismo y corrupción kirchneristas. Sería triste que la historia de farra fiscal peronista, posterior ajuste parcial de gobiernos más sensatos en lo económico y retorno del peronismo se repita. Argentina es también una lección para el Perú, para que apreciemos todo lo avanzado en estabilidad macroeconómica y la importancia que ha tenido la Constitución del 93 en sentar esas bases y restringir los espacios del populismo.
En el Perú parece que tampoco hemos aprendido la lección económica…
Creo que el punto de partida es tener claro que, para que un país se desarrolle, requiere que funcionen razonablemente bien la economía —pues sin crecimiento económico no hay nada, como se puede ver en otros países de la región o en el Perú de los 80—; el Estado, para proveer servicios a los ciudadanos, como seguridad, educación y salud; y la institucionalidad política, básica para dar estabilidad y previsibilidad en las reglas de juego, garantizar el Estado de derecho, evitar el abuso del poder y construir legitimidad en la sociedad. Hasta 2016 hubo un funcionamiento mínimo de la política con gobiernos que construían una mayoría parlamentaria y gabinetes con una fuerte presencia del Ministerio de Economía y Finanzas, lo cual permitía una gestión aceptable del Estado, con carencias, por cierto, resultado sobre todo del fallido proceso de descentralización. En este contexto, la economía crecía a tasas elevadas, impulsada por la inversión privada y las exportaciones. Todo ello se quebró en esos años y llegamos a elegir a un presidente como Pedro Castillo, sin ninguna competencia para gobernar, pero que resultó, además, corrupto y golpista. Su gobierno fue corto pero nefasto en todos los ámbitos. Y el de Dina Boluarte es muy mediocre, dependiente de un Congreso empoderado con una agenda populista muy peligrosa.
Deberíamos estar creciendo mucho más. Las malas políticas han afectado.
Hay una estabilidad política decadente y mediocre. El Congreso es populista. Y en medio de eso, la economía peruana resiste. Este año vamos a crecer 3%, una de las tasas más altas de la región. Podríamos estar mejor. Pero la economía resiste y tenemos un sector financiero muy sólido. El tipo de cambio es muy estable y nuestra moneda es muy sólida. Por supuesto que podríamos estar mejor, pero la economía es, mal que bien, lo que nos mantiene a flote. Y lo que mantiene a la economía es el capítulo económico de la Constitución peruana que tanto quiere destruir la izquierda. Esa es la base. Le debemos mucho al BCR y a la gestión de Julio Velarde. En segundo lugar, a tener una economía moderna que compite afuera en los mercados y a una clase empresarial emergente que en los últimos 20 años ha ido creciendo y abriendo una ruta de desarrollo para muchas empresas que probablemente la gente no conoce. Se han ido formalizando poco a poco y constituyen una parte muy importante del crecimiento peruano.
En el Perú ya no aplican las cuerdas separadas para la política y la economía…
Aquí vemos cómo la degradación de nuestra política ha afectado el funcionamiento del Estado; vemos un desfile de ministros sin agenda ni capacidad de gestión. Que la economía siga creciendo en este contexto muestra su resiliencia —y una oportunidad perdida de crecer más, por cierto—, pero no se puede seguir jalando la pita por mucho tiempo. Las consecuencias de los errores de hoy se pagarán mañana. Y, por cierto, el desastre de Castillo no significa que estemos vacunados contra otro Castillo en abril próximo, o tampoco contra una variante populista de derecha irrespetuosa, por ejemplo, del Estado de derecho. No hay espacio para relajarse, hay mucho en juego.
Hay poca preocupación por el resultado de las elecciones presidenciales.
Y no debemos olvidar que en 2026 también elegiremos autoridades subnacionales, que lamentablemente se han convertido, en muchos casos, en agencias de empleo y espacios de mucha corrupción. Estos gobiernos son los que están más cerca de la población. Su continua degradación afecta la legitimidad del Estado peruano y la confianza del ciudadano. Y esto lo vemos en distritos pudientes de Lima y distritos de pocos recursos en provincias alejadas. Es transversal al país.
Además de la izquierda, tenemos a muchos candidatos populistas tan o más peligrosos.
Creo que para la democracia y la economía, hay fuerzas populistas que son, en el fondo, antisistema. Y le están haciendo mucho daño a la institucionalidad política y a la economía. Y, por eso, el 2026 debemos recuperar un funcionamiento mínimo de la institucionalidad política. Necesitamos un gobierno normalito que respete el Estado de derecho. Que haya ministros razonables. Que el MEF recupere el liderazgo que tuvo. Que haya una mayoría parlamentaria funcional en el Congreso. Y que las instituciones relacionadas con la Justicia, sobre todo la Fiscalía, se reestructuren totalmente. En 2026 tenemos que devolverle la sensatez a las decisiones del país.
¿Qué ejemplos de insensatez han primado?
Hay una mala planificación y una pésima ejecución del gasto. Hoy día los salarios del sector público son más altos que los del sector privado. Una entidad eficiente como la ANIN (Autoridad Nacional de Infraestructura), que ha ejecutado el 90% de sus recursos, necesita plata, pero no le dan todos los recursos que necesita. Sin embargo, hay S/650 millones para ese barril sin fondo que es Petroperú. Según el Consejo Privado de Competitividad, la inversión en infraestructura en educación de los últimos cinco años ha sido S/30,000 millones, pero los locales escolares tienen menos acceso a servicios básicos. ¿Dónde está esa plata que habría contribuido a cerrar la brecha? ¿Dónde están los mejores servicios? Tenemos que volver a la sensatez en el manejo del gasto público, gastar bien donde debemos con responsabilidad y con integridad.
Para terminar, una nota optimista: el chicharrón. Solo la gastronomía vence la polarización.
La euforia en los medios y redes es explicable. Es que nos toca una fibra muy sensible para un país con baja estima como el nuestro, que es el orgullo por nuestra comida. Encima, nos tocaron rivales —como Bolivia, Chile y Venezuela—, a los que culinariamente miramos desde arriba. En línea con la notable columna de Jaime Bedoya el domingo pasado, es un concurso disparatado… que queríamos ganar sí o sí. Es de las pocas cosas que nos aglutina y moviliza. Con nuestra comida no nos jugamos, como aprendió Alfredo Barnechea en 2016. El fútbol en la época de Gareca también lo fue, hasta que la nefasta gestión de Agustín Lozano destruyó lo que se estaba construyendo. Y ahora tenemos una nueva esperanza, el papa “peruano”, con mensajes sensatos y oportunos —como el de la austeridad, en medio de la frivolidad de Dina Boluarte y los congresistas—. Pero, claro, no se construye un sentido de nación desde la comida, el fútbol o un personaje que finalmente no está aquí. Sin embargo, la gastronomía nos da optimismo y nos marca una ruta de la cual aprender. Lo que se ha hecho es invalorable, desde el desarrollo de conocimiento, construcción de clústers, formación de profesionales y técnicos, penetración de mercados en otros países, excelencia mundial, prestigio, y todo ello en un ambiente colaborativo pocas veces visto en el país.
¿Cómo distorsionará las elecciones esta judicialización?
Alfredo Torres, de Ipsos, dice que hay dos sentimientos que van a primar: el temor por la inseguridad y la rabia por la corrupción y la injusticia. Y cada vez pesa más el primero. Es el primer proceso electoral en el que hay un tema primordial: la seguridad. Todos los demás temas están supeditados a este. Y en este combate contra la inseguridad la población está dispuesta a ir más allá de la ley con tal de que haya eficacia. Nunca he visto un sentimiento tan fuerte en la cabeza de la gente. No recuerdo que más de la mitad de la población esté alineada respecto de la importancia de un tema.
¿La derecha tiene ventaja en el tema de la inseguridad?
La campaña recién va a empezar. Está calentando un poco. Vamos a ver muchas propuestas descabelladas, efectistas. Y la población va a tener que discernir con cuidado. Y los candidatos de centro, centroderecha y derecha están mejor posicionados para combatir la inseguridad. A la izquierda le cuesta un poco enfrentar el tema de la inseguridad. Más bien la izquierda está mejor posicionada para representar el tema de la rabia por la injusticia.