Cuarta ola de COVID-19: qué sí hacer y qué no hacer

El ministro de salud anunció el 26 de junio el inicio de la cuarta ola de COVID en el Perú. Con ello, además, se intentó reimponer el uso obligatorio de mascarillas en espacios abiertos y se evalúa suspender fiestas, eventos y el funcionamiento de discotecas. Este podría significar el comienzo de una serie de nuevas restricciones en respuesta al incremento de contagios. La experiencia de dos años de pandemia nos ha permitido aprender sobre las medidas más eficaces para controlar la COVID-19 y las menos dañinas para el empleo y la economía. Frente a esta nueva ola, tenemos la información suficiente como para no repetir errores.

Cuarta ola de COVID-19: qué sí hacer y qué no hacer.

El ministro de salud anunció el 26 de junio el inicio de la cuarta ola de COVID en el Perú. Con ello, además, se intentó reimponer el uso obligatorio de mascarillas en espacios abiertos –el Ejecutivo comunicó la medida, pero luego retrocedió– y se evalúa suspender fiestas, eventos y el funcionamiento de discotecas. Esto podría significar el comienzo de una serie de nuevas restricciones en respuesta al incremento de contagios. La experiencia de dos años de pandemia nos ha permitido aprender sobre las medidas más eficaces para controlar la COVID-19 y las menos dañinas para el empleo y la economía. Frente a esta nueva ola, tenemos la información suficiente como para no repetir errores.

El Perú fue uno de los países que peor gestionó la pandemia, con los índices más altos de muertes por cada 100 mil habitantes y una de las caídas más grandes del PBI. La respuesta de política sanitaria del Gobierno en ese momento fue un confinamiento prolongado y generalizado, complementado con apoyo social insuficiente y a destiempo. Ello determinó que la población tomara soluciones dramáticas para poder sobrevivir el encierro –empujando a la informalidad incluso a los negocios que eran formales–. Hubo falta de prevención en la provisión de oxígeno, insuficiente dotación de recursos a los centros de salud y demora en el inicio de la vacunación, lo que tuvo impacto en el número de fallecidos.

¿Qué nos dice la evidencia? La experiencia internacional y estudios recientes han demostrado que la vacunación es clave para controlar la pandemia, que el riesgo de las nuevas olas es menor, y que probablemente la COVID-19 es algo con lo cual tendremos que convivir hacia delante. Con la información disponible, los esfuerzos del Gobierno deberían estar enfocados en medidas que han demostrado ser eficaces para controlar la pandemia y que no son dañinas para la economía ni para el bienestar de la población.

¿Qué es lo que sí debería hacer el Gobierno?

1. Acelerar e incentivar la vacunación de las dosis de refuerzo. El ritmo de vacunación ha disminuido durante los últimos meses. Las dosis de refuerzo son clave para evitar los casos más graves de contagio, pues la protección de las dos primeras ya es menor. Así, si bien más del 84% de la población mayor de cinco años está vacunada con dos dosis, más del 40% de personas aún no reciben su tercera dosis y apenas 2 millones de personas (17% de la población elegible, los mayores de 40 años) han completado su esquema de vacunación con las cuatro dosis. Por ello, es urgente la implementación de campañas masivas de vacunación que permitan completar las dosis de refuerzo (tercera y cuarta dosis) –sobre todo en las regiones más rezagadas–, para evitar casos graves de COVID-19 que puedan desbordar el sistema de salud.

2. Reforzar la capacidad del sistema sanitario. La experiencia de las últimas olas ha demostrado que contar con la capacidad hospitalaria suficiente para atender a los casos más graves es vital para evitar fallecimientos. Sin embargo, expertos del sector aseguran que nuevamente existe un déficit de equipos y personal en hospitales, pues se ha retrocedido en lo que se avanzó durante las olas anteriores. De hecho, tras el pico de la segunda ola, el número de camas UCI para pacientes COVID-19 disminuyó de 2 700 a 800. En este sentido, es sumamente importante que estemos preparados ante un eventual agravamiento de la situación sanitaria. Para ello, deberíamos contar con un plan de contingencia que refuerce los establecimientos de atención primaria, con equipos especializados y de provisión de oxígeno, para evitar que los pacientes lleguen a presentar cuadros graves.

¿Qué es lo que no debería hacer el Gobierno?

1. Implementar toques de queda o confinamiento. Las políticas que imponen restricciones a la movilidad interna de la población han demostrado ser ineficientes para frenar el número de muertes y, simultáneamente, produjeron altos costos económicos (más información aquí). Por ello, no son medidas que deban considerarse para enfrentar esta cuarta ola.

2. Cerrar colegios. Es importante no detener el retorno seguro a clases presenciales. Diversos estudios demuestran que los logros de aprendizaje de los escolares se han truncado considerablemente como consecuencia del cierre de escuelas. El regreso a las clases presenciales es importante no solo para recuperar estas pérdidas que generan brechas difíciles de superar en el futuro, sino también para aliviar la carga del cuidado del hogar e infantil que afecta a las familias y, de manera desproporcionada, a las mujeres. Por ello, la estrategia debería ser la habilitación de los colegios para que sean espacios seguros, dotándolos de agua potable y otros servicios básicos –alrededor del 40% de escuelas no cuentan con este servicio–, implementar testeos masivos en los colegios y aplicar una correcta fiscalización del cumplimiento de los protocolos sanitarios.

3. Imponer el uso de mascarilla al aire libre. Está demostrado científicamente que sólo el 1% de contagios se producen en ambientes ventilados. Más aún, el uso de mascarillas en espacios abiertos representa un costo económico innecesario para la población y el costo de fiscalización es mayor que el beneficio. Por ello, la decisión del Gobierno de retroceder en el intento de reimponer su uso obligatorio es acertada. De hecho, en la región, solo Bolivia y Venezuela persisten con esta medida. Por tanto, se debe mantener el uso opcional de la mascarilla en espacios abiertos para aquellas personas que lo consideren necesario por su nivel de riesgo –adultos mayores, con vacunación incompleta o con comorbilidades–.

En suma, la respuesta de política sanitaria frente a la cuarta ola debe estar basada en la evidencia que nos ha dejado dos años de pandemia. Según lo que sabemos hoy, una política enfocada en vacunación masiva continua y refuerzo del sistema de salud es el camino correcto para lograr un adecuado control de la COVID-19, que no corte la recuperación económica todavía en curso ni afecte el bienestar de la población. Aun así, no se descarta el riesgo de una nueva variante más agresiva que reste efectividad a las vacunas y que requiera de otro tipo de medidas. Para ello, se debe seguir monitoreando el incremento de hospitalizaciones y la tasa de mortalidad.

– Las vacunas sirven. Esto no solo ha sido demostrado científicamente, sino también por un análisis cuantitativo riguroso –realizado por APOYO Consultoría por encargo de ComexPerú–, con el objetivo de identificar el impacto de diferentes acciones aplicadas en América Latina y en el Perú para enfrentar la pandemia. Entre los resultados, destaca que la vacunación fue la medida más eficiente, pues el efecto en la reducción de muertes es largamente superior al resto de acciones e incluso mostró un efecto positivo en la economía. Asimismo, probablemente la razón por la cual no se han incrementado significativamente las hospitalizaciones ni fallecimientos durante las últimas semanas es porque las regiones con mayor incremento de contagios tienen un porcentaje más alto de población protegida con tres dosis.

– La experiencia a nivel mundial muestra que esta ola es más leve. En Inglaterra, Sudáfrica y Nueva York los contagios y fallecimientos han sido, en promedio, 70% menores a los de la última ola. Esto ha llevado a que las restricciones sanitarias implementadas sean poco severas. De manera similar, en el Perú, si bien estamos viendo un incremento en los casos, todavía no hay presiones sobre la capacidad del sistema de salud. Los contagios aún representan el 5% de lo que se alcanzó en el pico de la tercera ola, la ocupación de camas hospitalarias (UCI y no UCI) está al 22% y los fallecimientos se mantienen en niveles relativamente bajos.

– La COVID-19 difícilmente va a desaparecer en el corto plazo. Si bien todavía existe mucha incertidumbre, pues el virus evoluciona rápidamente, lo cierto es que en varios países la tasa de mortalidad ha bajado significativamente gracias a las vacunas. Así, el beneficio de cerrar las economías para evitar los contagios resulta ahora mucho menor que el costo económico que esto implica. Por lo tanto, probablemente tengamos que aprender a convivir –de manera responsable– con la enfermedad. Incluso, en algunos países de Europa ya se está hablando de eventualmente declarar la COVID-19 como una enfermedad endémica, junto con el resfrío común, la tuberculosis, sarampión, entre otras.

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